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Crítica: "La higuera de los bastardos", por Paco España

La higuera de los bastardos es una lúcida comedia del absurdo sobre la memoria histórica y los asesinados en las cunetas de la Guerra Civil. Su directora, Ana Murugarren, es responsable de títulos anteriores como Tres mentiras, sobre los niños vendidos al nacer, o el documental Esta no es la vida privada de Javier Krahe, además de ejercer funciones de montaje para los directores Pablo Berger y Enrique Urbizu.


Esta película nos cuenta la historia de Rogelio, un asesino falangista, purgador según propia definición, que, tras sacar de su casa a un maestro y su hijo de 16 años y asesinarlos en una campa, se queda sojuzgado por la mirada fija e inquietante del hijo menor de la familia, al que se imagina tomando cumplida venganza en el momento de llegar a la edad adulta. A partir de ese momento decide cuidar una higuera, a modo de redención, hasta que la presumible venganza esperada se desvanezca.


Hay una parte de la sociedad española que no ve con buenos ojos el uso de la comedia para tratar según que temas -como ya se pudo constatar con la estupenda Fe de etarras, de Borja Cobeaga-, pero la comedia, siempre usada con respeto y estilo, es una gran catalizador para asumir episodios pasados de nuestra historia que no debieran producir orgullo a nadie.


El enorme trabajo de Karra Elejalde recuerda a Simón del desierto, de Luis Buñuel, y, como él, tiene que luchar contra la incomprensión de la gente hacia su misión, contra la efervescencia religiosa que se va creando a su alrededor, contra el demonio representado por el mejor trabajo hasta el momento de Carlos Areces, y contra la mismísima tentación carnal, al que pone su sensualidad morena Ylenia Baglietto, muy diferente a le belleza rubia de Silvia Pinal en la película de Buñuel.


El excelente trabajo de casting lo completan la televisiva (Tu cara me suena) Pepa Aniorte; el último Premio Canallave en Piélagos, Mikel Losada; el siempre eficaz y acertado Ramón Barea; y el gigante de la reciente Handia, Eneko Sagardoy. La higuera de los bastardos es un esperpento inteligente sobre lo que supondría que, en cada lugar del territorio español donde existen personas enterradas sin identificar, hubiera colocada una baliza de señalización.