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"La soledad de un corredor de fondo", por Paco Ibáñez

Ignoro lo que las personas hacían en los años 90 para comunicarse. Sin embargo, tengo una imagen grabada que no logro borrar de mi subconsciente: una sala abarrotada, la del Teatro Cervantes de Alcalá de Henares, en los años 90, durante un festival de cortometrajes. Así empezaba el ritual. Se proyectaba un cortometraje y había una expectación maravillosa. Pensé para mi: ¡qué maravilla, como gustan los cortometrajes!. No obstante, se terminaba el cortometraje de turno y, ¡ah!, la sala se quedaba vacía, salvo el Pacolini y cuatro locos amantes de los cortometrajes más.


Aquella escena me marcó. Solo estaban en la sala los amigos del director, los técnicos del cortometraje y, por supuesto, los extras y actores del cortometraje. A todos ellos les importaban un pimiento el resto de trabajos, sólo les interesaba 'su cortometraje'. Estimados seres humanos, ¿por qué no os interesáis por los cortometrajes de vuestros compañeros?. ¡A lo mejor aprendéis algunas cosillas!. ¡A lo mejor hacéis amigos (un bien cada vez más escaso)!. ¡A lo mejor salen posibles cortometrajes!. ¡O a lo mejor hasta incluso os salga un novio/a!. Lo que tengo claro es que viéndose el ombligo uno mismo, poco puede salir en positivo para la formación de las personas.

Conclusión: ¡dejemos de una vez, y por todas, las cosas claras!. Si nos encerramos en nuestros palacios de invierno, con nuestros ordenadores, con nuestros móviles de última generación y con nuestro egoísmo, ¡no vamos a ninguna parte!. Sólo a nuestra nuestra falsa comunicación a través de las redes sociales, y, sobre todo, a una incomunicación alarmante, pues hay unos problemas bastantes serios de personas que sufren problemas emocionales y os puedo decir que hay un remedio: comunicarse con nuestro prójimo en el ritual de salir de nuestra burbuja, de acudir, por ejemplo, a visionar algún cortometraje o charlar con amigos, todo menos encerrarnos en nosotros mismos.