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Crítica: "La gran familia española", por Marta Ingelmo

Daniel Sánchez Arévalo vuelve a acertar. Lo hace siguiendo la estela de la divertidísima "Primos", pero da un paso más. Un paso que, en esta ocasión, no es hacia adelante, sino hacia adentro. Y es que el autor reconoce que "La gran familia española" tiene mucho de la suya, y que el personaje del patriarca interpretado por Héctor Colomé está inspirado en su padre. Aunque dicen de las comparaciones que son odiosas, es inevitable comparar a esta familia con la que nos presentó en su anterior película.


El punto de partida es el mismo, una boda. Quim Gutiérrez, el más primo de los primos, vuelve a tener un papel protagonista ante la cámara de Sánchez Arévalo. El personaje enfermo, el niño, el triángulo amoroso, las dudas, las referencias cinematográficas... Todo vuelve a aparecer en la nueva película. Lo que gana peso en "La gran familia española" frente a su anterior éxito es el drama. Como cuenta el narrador, el hermano pequeño y el novio de la boda, su padre quería que su vida fuera como un musical. Y el día de la ceremonia, su vida se convierte en un vaivén de sonrisas y lágrimas.


La película arranca presentándonos a un niño que quiere que su novia del colegio forme parte de la gran familia con la que soñaba su padre y que quería que fuera como la de "Siete novias para siete hermanos". En esta familia, los hermanos son cinco: el deprimido, el discapacitado, el líder que se va de casa, el que lo sustituye y el entusiasta que se quiere casar para hacer feliz a su padre. En principio, el gran obstáculo para que se celebre la boda es que España juega la final del mundial con Holanda. Pero al final ese resulta ser el menor de los problemas.


Así, el novio se convierte en la selección española. La nueva generación, la de la ilusión y la esperanza. Y pasará el día de la boda como la selección vivió ese partido: al principio con ilusión, luego recibiendo los golpes de Holanda que no presagiaban nada bueno, la incertidumbre de la prórroga y finalmente, el gol. Sus hermanos mayores representan a la España que no pasaba de cuartos. Los que ya habían perdido la esperanza, en este caso en el amor. Pero que acabarán contagiándose de la alegría de esa nueva España triunfadora. Precisamente, alegría es lo que transmite esta película al espectador. Y volvemos a sentir la ilusión con la que empieza la comedia, las dudas y sorpresas de los giros del guión, la tensión del clímax y al final, el gol.