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Crítica: "Un amigo para Frank", por Marta Ingelmo

"Un amigo para Frank" nos traslada a un futuro no muy lejano en el que existen robots programados para atender a personas mayores. Frank (Frank Langella) es  un anciano con problemas de memoria que vive solo tras haberse divorciado de su mujer. Su hijo (James Mardsen) ve en uno de estos androides la solución a la soledad de su padre. Así arranca una extraña relación entre Frank y su robot, que comienza con el rechazo por parte del anciano y termina convirtiéndose en una curiosa amistad.
La película no estará entre las más taquilleras del año pero se ha hecho querer entre la crítica. Entre los actores destaca el trabajo del que interpreta al protagonista, Frank Langella, aunque no hay que olvidar a unos imprescindibles secundarios entre los que sorprende la bibliotecaria interpretada por Susan Sarandon.
"Un amigo para Frank" funciona como un perfecto engranaje en el que la pieza maestra es el guión. El responsable de la historia es Christopher Ford, que consiguió por esta película una nominación a Mejor primer guión en los Independent Spirit Awards. Ford ha escrito una comedia amable con algún que otro giro inesperado, que lo mismo es capaz de arrancarte una carcajada que alguna que otra lagrimilla.
Nos encontramos ante una de esas películas pequeñas que cuentan una pequeña historia y nos hacen reflexionar sobre temas tan grandes como la familia, la amistad, la enfermedad o la soledad. Una película de robots, en el que el robot es sólo una excusa para contar una historia muy humana.