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"Tennessee Williams: un genio al servicio del cine", por Ignacio Sánchez-Cavada

30 años pasan ya, este lunes 25 de Febrero, de la muerte de Tennessee Williams. 30 años desde que dejó, de forma obligada, la pluma y el tintero. 30 años desde que de su mente dejaron de brotar historias emocionantes, personajes de mentalidad intrincada y romances imposibles. El dramaturgo estadounidense comenzó a escribir desde joven, y a los 24 años escribió la primera obra que se interpretaría en un teatro: "Cairo, Shanghai, Bombay!". Posteriormente seguiría escribiendo obras de teatro, algo que no pararía de hacer, hasta que en 1943 tiene lugar su primer contacto con el cine, cuando la Metro Goldwin Mayer le contrata para adaptar una novela al cine. En 1944 estrena la obra "El zoo de cristal", y en 1947 una de sus obras más famosas, "Un tranvía llamado deseo", interpretada por Marlon Brando, que repetiría en la película.
Pero el antes y el después se produce en 1950, cuando Irving Rapper lleva al cine lo que sería la primera adaptación de una obra de Williams, "El zoo de cristal", con un excelente Kirk Douglas en pantalla. A partir de entonces, las obras del dramaturgo comenzarían a adaptarse al cine e, incluso, muchos directores y guionistas le pedirían su colaboración en la escritura de guiones. Al año siguiente, en 1951, se produce el esperado estreno de "Un tranvía llamado deseo", con Marlon Brando y Vivien Leigh dando vida a los personajes principales y con Elia Kazan al timón. En "Senso" (Lucino Visconti, 1954) colaboró aportando diálogos al guion, y en 1955 vería otra obra llevada a la pantalla: "La rosa tatuada", cuya versión teatral se estrenó en 1951 y que llevó al cine Daniel Mann. En "Baby Doll" (1956) desarrollaría un guión a partir de una obra suya ("Veintisiete vagones de algodón"), y Elia Kazan sería el encargado de llevarlo a la pantalla. La siguiente película es quizá una de las más conocidas, puede que por la figura de Elizabeth Taylor, que está inmensa. Hablamos de "La gata sobre el tejado de zinc" (1958), dirigida por Richard Brooks, que también dirigiría cuatro años después la adaptación de "Dulce pájaro de juventud".
La estrella de Williams en el cine no pararía de brillar, y sus obras siguieron siendo llevadas al cine por grandes artistas como Joseph L. Mankiewicz ("De repente, el último verano", 1959), Sidney Lumet ("Piel de serpiente", 1959, y "Last of the mobile hot shots", 1970), John Huston ("La noche de la iguana", 1964), George Roy Hill ("Reajuste matrimonial", 1962) o Sidney Pollack ("Propiedad condenada", 1966, con guión adaptado por Francis Ford Coppola). Tal es la fama de las obras de Williams que se han llegado a adaptar en varias ocasiones, con mayor o menor fortuna. Este es el caso de "El zoo de cristal", que volvió a tener una revisión en 1987 de la mano de Paul Newman, "Dulce pájaro de juventud" (Nicola Roeg, 1989) o "La noche de la iguana" (Predrag Antonijevic, 2005).
El hecho de que las obras de Tennessee Williams se hayan adaptado una y otra vez no es más que una prueba de lo trascendentales que han resultado sus historias, para el cine en general y para el melodrama en particular. Williams tenía algo que los demás dramaturgos no tenían: la capacidad de crear personajes tridimensionales, que tuvieran deseos propios y mentes atormentadas, que tuvieran motivos reales para realizar sus acciones. Es posible que pase mucho tiempo hasta que otro dramaturgo de la talla del norteamericano vuelva a sobresalir. Hasta entonces, siempre nos quedará la readaptación.