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Crítica: "La jungla: un buen día para morir", por Pelayo López

Quien la tiene más grande ya no es lo más importante. Ahora es conservar los pelos en los huevos. Si los problemas los busca, o los encuentra, es lo de menos, sobre todo cuando tiene armas a mano porque de sentido del humor va sobrao. Con más años y peso, y menos pelo y músculos pero igual de zumbao, John McClane viaja a Moscú para reencontrarse con su hijo pródigo y sacarle las castañas del fuego... aunque más bien ambos acabarán casi a la plancha radioactiva y oscilobatiente de Chernobil, escenario apocalíptico de cartón piedra para un final de traca de la hasta ahora última entrega de esta franquicia.
Si bien los primeros 45 minutos están bien dotados y equilibrados en lo que a tensión y montaje se refiere, con el reencuentro familiar entre Bruce Willis y Jai Courtney -actor emergente al que también acabamos de ver en "Jack Reacher"-, el nivel de testosterona alcanza niveles fuera de control a partir de ese punto. La contención inicial que mantiene el listón a la altura de las dos primeras, pese a su disposición en campo abierto frente a los escenarios cerrados mucho más resultones, se devalúa en la estepa rusa emulando más bien a otro tipo de 'superhéroes' de carne y celuloide como 007, a quien parece perseguir incluso desde el propio título. En territorio hostil, al otro lado del 'telón' y jugando en campo contrario, McClane no tarda mucho en hacer que sus reglas prevalezcan sobre su nuevo tablero... y eso que está de vacaciones.
Al director de "Max Payne", John Moore, se le van las intenciones más pronto que tarde. De gatillo fácil, el derroche de acción pisa el acelerador por las calles moscovitas, se polvorea en los juzgados y, en el no va más de su zenit, se sube con la furgoneta a un helicóptero en marcha. Así funcionan las cosas. Para colmo, aunque hay algunas frases y coletillas que conservan el tarro de las esencias humorísticas del personaje principal, su relación paterno-filial (temática muy presente en varios personajes del ¿argumento?) hace aguas entre un montón de banalidades y tópicos de lo más facilones. Por cierto, ¿dónde está la CIA cuando se la necesita?... ¿y qué hace un actor como Sebastian Koch ("Amen", "La vida de los otros", "El libro negro") metido a topillo doble?. Aunque no les hacen falta ideas, lo mismo seguimos los pasos de Bourne y la genética fílmicaderiva la saga con algún que otro heredero. Por no hablar de los andamiajes... ¡que no es el bambú de Jackie Chan!. Yiiiiipiiiii kaaaaa yeiiiii.