Emulando a Leonardo di Caprio, pero sustituyendo la proa de un barco por los lomos de su motocicleta, Hache grita a los cuatro vientos el título de la película para declarar su reciente amor a Gin(ebra)... aunque no todo es tan sencillo como parece. Para avanzar, hay que pasar página. Para pasar página, hay que perdonar y perdonarse. Sobre este planteamiento, Fernando González Molina vuelve a trasladar a la gran pantalla la obra literaria de Federico Moccia, la continuación dos años después de la relación entre Hache y Babi -él primero regresa de Londres y la segunda está a punto de casarse-. Sin embargo, el propio realizador no se aplica la misma máxima.
El pasado pesa, tanto en los caracteres como en las relaciones grupales de los personajes, por no hablar del desarrollo narrativo del metraje. Si bien se entiende la importancia del pasado en la trama argumental, resultan totalmente innecesarias numerosas secuencias. Mientras en "3MSC" la protagonista era Babi y su amor rebelde, en "Tengo ganas de ti" el protagonista es Hache y sus dudas sentimentales entre Babi y Gin. Así pues, todo lo que ocurre en el entorno del personaje de la joven burguesa, lejos de aportar cualquier dato de interés para el espectador, alarga sin necesidad el metraje final. Ni los problemas sexuales de su hermana Dani ni los de pareja de sus padres suman entidad alguna -pese a que la cena familiar al más puro estilo "American Beauty" sea uno de los mejores momentos de la película-, y simplemente quedan esbozados sin más.
Entre la posibilidad de retomar el pasado o deshacerse de los recuerdos, y mientras visitamos lugares comunes como el puente serigrafiado, la cabina de teléfono o la casa de la playa, Hache se desprende poco a poco del lastre que suponen los asuntos inconclusos, posiblemente los momentos más sensatos y 'filosóficos' del metraje: el adiós de su hermano del alma, 'El Pollo', y de su madre, el primero ya fallecido y la segunda en ciernes. El camino hacia la madurez, hacia la coherencia y el equilibrio entre corazón y cabeza, muestra una seña de identidad más en la agresividad pulsante y contenida, carga de profundidad que explota por causa mayor convirtiéndose en el detonante reflexivo necesario para cerrar una etapa y empezar una nueva. El nuevo 'status' emocional del protagonista, que sigue conservando su espíritu "Top Gun", queda también patente en la única carrera de la película, rodada, además, sin el menor parecido con la calidad de la primera.
Lamentablemente, ninguno de los 3 vértices del triángulo protagonista consigue estar a la altura de algunos de sus papeles anteriores: Mario Casas intenta consolidarse tras "Grupo 7", pero el carácter del personaje le puede, con y sin camiseta; María Valverde repite como objeto del deseo tras "Madrid 1987", pero, mientras en la cinta de David Trueba mantenía el tipo (desnuda física y emocionalmente) frente a José Sacristán, ahora parece fuera de situación; y, finalmente, Clara Lago, parece estar más dispuesta a cantar y desnudarse 'a pelo' que a defender un personaje que podría haber llevado totalmente las riendas. A su alrededor, jóvenes rostros televisivos de series como "El barco", "Luna, el misterior de Calenda", "Física o Química", "Los protegidos", "Tierra de lobos"... la prometedora Nerea Camacho, a quien su interpretación de lolita precoz engrandecía en la primera entrega y ridiculiza en esta segunda; y las veteranas Cristina Salas y Carmen Elías, las madres de Babi y Hache respectivamente, que dan algo de lustre a la normalidad absoluta del apartado interpretativo.
El romanticismo perenne de las primeras citas, por no mencionar el uso premeditado de un símbolo del amor tan anclado como los candados, deja paso a un transitar sincero, entre paseo y paseo en moto, acompañado por una fotografía apastelada en unos momentos y lumínicamente intensificada en otros. Sin que los 'limitados' diálogos se conviertan en la principal fuerza comunicativa, la presencia musical, uno de los principales alicientes, suple dicha carencia y es constante en sus dos horas de metraje: temas discotequeros salpicados con canciones desnudas por dentro y fuera. Aún así, lo mejor de la película, sin duda alguna, la declaración jurada que supone la letra compuesta por Enrique Urquijo: "Aunque tú no lo sepas". Por mucho que uno pueda poner de su parte, el destino, como elemento fuera del alcance de los enamorados, también tiene algo que decir. Incluso con instantáneas que lo confirman, hay historias escritas antes de que sus protagonistas lo sepan.