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Crítica: "Chronicle", de Josh Trank, por Pelayo López

Aunque el punto de partida de tres jóvenes de instituto que, de la noche a la mañana -tras entrar en un crater en el bosque donde descubren una sustancia/materia lumínica y extraña-, se levantan con superpoderes pudiese derivar en una 'marcianada' sin sentido, afortunadamente sucede todo lo contrario, parafraseando, incluso, el título de "Esta no es otra estúpida película americana". De hecho, a pesar de la edad de los protagonistas, la película proyecta madurez inusitada en casi todo el metraje, un metraje que se plantea 'cámara en mano', y con el supuesto 'material recibido', pasando de la expresividad gamberril inicial a la confrontación inevitable entre el bien y el mal, mostrando acertadamente el paso a paso de la conversión, por el uso de tan poderosa arma, un ciclo de 'aprendizaje' que hermana a este título con "Hancock" y "X-Men: primera generación".

De manera brillante y, en cierto modo, novedosa, la cámara principal (primero analógica y luego digital aunque la ausencia de tecnología resulta un tanto 'increíble' en un instituto norteamericano hoy en día), que pasa de mano en mano por cada uno de los tres protagonistas, recibe la cobertura y apoyo en los 'ángulos muertos' de planos procedentes de otras cámaras, como la de la chica de la película, cámaras de seguridad de supermercados y hospitales... No obstante, este alarde de 'originalidad' no puede completar su misión porque la espectacularidad del desenlace final quebranta la propia premisa conceptual sobre este enfoque estructural. Precisamente, un final 'made in USA', demasiado explosivo para lo que se ha visto con anterioridad, viene a 'demoler' una 'matrícula de honor' en su nota definitiva, puntuación a la que restar, por otro lado, el recurso a los estereotipos: el joven maltratado se acaba convirtiendo en maltratador. No por estadística, sino por romper lanzas en favor de la esperanza y no caer en los tópicos.

Impresionantes y talentosos efectos especiales, una piedra angular que no podía cojear para conseguir el objetivo... ¡y vaya si sorprenden!. Muchas grandes producciones no han volado a la misma altura. El relativo anonimato de los rostros de los protagonistas contribuye, igualmente, a que el conjunto del proyecto cobre mayor crédito y realismo. De hecho, la presencia de los tres perfiles de los jóvenes -el friki, el corriente y el líder del instituto- permite no perder la cara a un tránsito de ida y vuelta constante 'inter-géneros', de la típica cinta de instituto a la ciencia-ficción, pasando por las realidades dramáticas de una madre enferma y un padre violento, la relación de amor platónico entre jóvenes, las fiestas estudiantiles... A modo de anécdota, la materia origen de los superpoderes, sin ser un 'mcgufin', sólo vuelve a escena al final para posibilitar una segunda parte. Un agradable descubrimiento, una de las mejores películas de 'género/subgénero', en una onda similar y al tiempo diferente a "Otra Tierra", de los últimos años.