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Crítica: "Lo mejor de Eva", de Mariano Barroso, por Pelayo López

Si la pareja protagonista invita a pensar en la química que puedan desprender ambos, juntos o por separado, lo cierto es que la historia planteada, en el desarrollo de los acontecimientos, no confirma que la tensión sexual esperada se consume y ofrezca el clímax ansiado. Aún así, el director no defrauda a la hora de abordar, sin miramientos de voyeur esquivo, tanto conflictos personales totalmente innecesarios como investigaciones judiciales truncadas de manera trilera. De esta triple condición -sexual, emocional y profesional-, queda claro en el desarrollo de los acontecimientos con qué piensa cada personaje protagonista, aunque algunos roles tópicos invierten la balanza en sentido contrario.

Leonor Watling da vida a una jueza que aborda un caso de asesinato relacionado, de manera directa, con la explotación sexual de mujeres y la corrupción al más alto nivel. La frialdad del personaje de la actriz, de quien se echa de menos otros registros que no sean el seductor y el erótico, entra en temperatura al conocer a Miguel Angel Silvestre, un joven gigoló que podría ser, al mismo tiempo, pieza clave en la investigación en marcha y en su propio 'cambio climático'. Las dudas primerizas sobre la ruptura de sus propios esquemas emocionales, acentuadas por una infancia marcada por el 'autoritarismo' paterno, pronto devienen en un 'encontronazo', situación cuyo detonante en plena albufera valenciana resulta demasiado tópico y forzado. Tras practicar y recrear configuraciones similares, en lo que a tensiones eróticas y ambitos delictivos se refiere en títulos como "Extasis" o la magistral "Los lobos de Washington", Mariano Barroso se deja llevar por los instintos más que por sus propias tesis docentes. De este modo, el realizador de "Mi hermano del alma" incurre en los clichés del thriller erótico cuando las escenas potencialmente más interesantes se encuentran en los despachos, no entre las sábanas.

Al personaje de 'El duque' se le ve venir de lejos -vuelve a meterse en la piel del tipo duro que pretende mostrar una doble cara-, el recurso reiterativo sobre los problemas infantiles del personaje de 'Raquel' no la dejan encontrar su sitio entre tanto frente abierto -la gran Adriana Ugarte resulta simplemente la voz de la conciencia de su hermana-, y, mientras, la relación de la jueza con su superior podría haber abierto un interesante campo de acción en lo que a las entrañas de la justicia se refiere, por no hablar de la verdadera trama en potencia, la de la relación entre la jueza y la mujer abnegada del presunto culpable. Exquisita Nathalie Poza una vez más, esta vez con un papel muy similar al que ya interpretó en "Malas temporadas", así como Josean Bengoetxea ("Celda 211"), el brazo ejecutor, el intermediario, un personaje muy agradecido pero poco explorado. Dejando de lado un final ciertamente 'risible' -más propio del Almodóvar de otros tiempos pretéritos-, el metraje fluye con cierta sobriedad, sin excesos ni bostezos, y se deja ver fundamentalmente por porosidad. En este caso, la voz en off permite cierta agilidad narrativa, quizás igualmente necesaria pero no presente en otras secuencias. El 'camión de bomberos' de la película permite apagar el fuego aunque algunos focos permanecen activos. Lo mejor de la Eva de Barroso es, aunque parezca paradójico, lo esperado por el espectador.