Aunque parecía imposible... ¡se han superado!... Si desde su principio cinematográfico no presentaba mayor aliciente, con la salvedad del primer episodio que podía haber sentado las bases de una futura franquicia con cierto interés, lo cierto es que este 'principio del fin' de "La saga Crepúsculo: Amanecer Parte I" no ilumina nada el celuloide, más bien lo oscurece con tanta 'ponzoña' innecesaria que los únicos 'mordiscos' que invita a dar son a las palomitas. Una historia 'sin colmillo', unas interpretaciones 'sin alma' y una puesta en escena pastelo-romántica hasta el ridículo son las señas de identidad con las que esta historia de amor entre mortales, vampiros y hombres-lobo 'imprima' al espectador. Y eso que la presencia de Bill Condon en la dirección y el arranque hacia el 'pasado (de)generacional' vampírico prometía, con unos 'flashback' en los que se debería haber 'profundizado' mucho más.
El realizador de la recomendable "Dioses y monstruos" 'palidece' en este proyecto 'teen-ager', aportando incluso una 'visión' ciertamente paródica. Si ya de por si la escasa presencia 'sanguínea' en toda la saga la aleja con razón de cualquier concepto razonable sobre la 'licantropía' en formato fotograma, la sucesión de diálogos y situaciones más cómicas que dramáticas, suponemos que esta circunstancia se sirve de la 'flojedad' del trío protagonista, la 'empala' sin miramiento alguno. Aunque Kristen Stewart mantiene el tipo, más allá de su 'embarazo inter-racial', ni Robert Pattinson ni Taylor Lautner, que pese a su rivalidad se unen para salvar a su 'objeto de deseo mutuo', muestran un ápice de 'presunción interpretativa'.
Secuencias 'eternizadas', como una boda de cartón-piedra en la que se salvan los típicos comentarios de los invitados sobre los novios y una noche de bodas 'salvaje' -incluido el destrozo del bungalow paradisiaco-, derivan en un embarazo 'sincon(dón)', una 'conversión' física y emocional de la protagonista femenina, objetivo único de la cinta, que, dentro de la 'marca blanca' del proyecto, deja sobre la mesa de operaciones, con 'cesárea vísceral' de por medio, el debate aborto sí/no. Por no gastar, ya que el espectador emplea dos horas de su tiempo y varios euros de su dinero, los responsables de este 'anochecer' no se han gastado mucho ni en efectos especiales ni en luchas 'inter-animales' que le aportasen algo de vida. ¡No os levantéis de vuestros ataudes para ocupar una butaca!.
Secuencias 'eternizadas', como una boda de cartón-piedra en la que se salvan los típicos comentarios de los invitados sobre los novios y una noche de bodas 'salvaje' -incluido el destrozo del bungalow paradisiaco-, derivan en un embarazo 'sincon(dón)', una 'conversión' física y emocional de la protagonista femenina, objetivo único de la cinta, que, dentro de la 'marca blanca' del proyecto, deja sobre la mesa de operaciones, con 'cesárea vísceral' de por medio, el debate aborto sí/no. Por no gastar, ya que el espectador emplea dos horas de su tiempo y varios euros de su dinero, los responsables de este 'anochecer' no se han gastado mucho ni en efectos especiales ni en luchas 'inter-animales' que le aportasen algo de vida. ¡No os levantéis de vuestros ataudes para ocupar una butaca!.