Acostumbrados como estamos a que los medios de comunicación 'escupan' noticias desalentadoras sobre el comportamiento juvenil, con un tono mucho más peyorativo si nos circunscribimos a la periferia/extrarradio de las ciudades o los enclaves marginales, el prestigioso cortometrajista Eduardo Chapero-Jackson intenta ofrecernos, aún con la dureza necesaria de su propia historia, un halo de positivismo al final del túnel, un epílogo demasiado preciosista para su propio desarrollo narrativo que no puede hacernos olvidar el interés real de la ópera prima del realizador, un debút que promete emociones fuertes en el cine patrio. Mensaje de fondo y con forma.
El hastío existencial de la protagonista, una Alba García que pasa del silencio ralentizado a reclamar con voz propia su lugar en el panorama cinematográfico nacional, le lleva a buscar una válvula de escape. Si la familia -Najwa Nimry encuentra el camino de vuelta a su hija en el pasillo de su casa-, el instituto -el pupitre parece no servir más que para exclamar en alto cual 'poeta muerto'- y los amigos -los gadgets tecnológicos disuaden de las relaciones interpersonales- parecen no aportar un plus a su vida entre gigantes de hormigón, la joven decide probar suerte y resulta que son 'buenos tiempos para la lírica'. Entre la espada y la pared, el juego de ficción/realidad toma una plasticidad grafitera y una estética cómic vía transoceánica USA/Japón. Miguel Angel Silvestre, Víctor Clavijo, Verónica Echegui y Macarena Gómez son las sombras transitorias de su recuperada visión nítida. Lástima que gran parte del público desconozca el significado de muchos de los vocablos en pantalla esgrimidos -premeditado uso populoso de un tópico 'Quijote'-, y de dos manos entrelazadas, antes ajenas y ahora próximas, que dibujan con sus palabras besos sin contacto. Pese a ello, verbo no sustantivo, Verbo alumbrado con rima mayúscula.