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Crítica: "Templario", de Jonathan English, por Pelayo López

Si bien nadie puede esperar una obra maestra de corte histórico, la cinta que recrea el asedio del Castillo de Rochester, en plena guerra entre el rey Juan y los nobles por la Carta Magna en el S. XIII, logra cumplir su cometido. Promete acción... y la hay. Promete sangre... y la hay. La simplicidad, sin un tono peyorativo, campa a sus anchas por los fotogramas, y, sin embargo, las 2 horas de metraje no decaen nada más que al inicio. El pulso del realizador no consigue enganchar en un principio. Al poder autoritario del rey, un grupo de nobles y un cruzado arrepentido le plantan cara. El reclutamiento del mini-ejército opositor durante los primeros minutos resulta del todo banal y no logra aportar nada interesante sobre los personajes, así como la presentación del protagonista, excesivamente sentimental y fuera de toda relación con el contexto. De ahí en adelante, una vez las murallas se convierten en la frontera entre el espectador y el celuloide, la película gana enteros.

Por un lado, por un reparto compensado en cada almena, salvo algún episodio de histrionismo desmedido. James Purefoy, Brian Cox, Paul Giammati, Derek Jacobi o Kate Mara componen un friso sólido y bien armado. Por otro, la inexistencia de información excesiva sobre el contexto bélico real que se nos presenta permite al espectador seguir la historia con mayor fluidez. Además, la presencia abundante de sangre y miembros amputados nos recuerdan la brutalidad de los encuentros armados de la época. Un gran logro, finalmente, la recreación de la época: fría, apagada, decadente... Un diseño de producción muy apañado para un presupuesto menor en una cinta de serie pseudo B que, sin embargo, consigue solventar con estilo atmosférico recreacional lo que el dinero de por si no puede aportar en títulos de mayor presupuesto pero menos consecuentes en dicho estilo.

Numerosas referencias, tanto en el hecho histórico propiamente como en la "resurrección" ficticia del protagonista, al Cid. Una película del pueblo sin el pueblo. La lucha de la realeza contra la nobleza por el poder, divino el de uno, monetario el de los otros. La religiosidad y las creencias del dogma a la pérdida de fe. La sexualidad, del ocaso al despertar. Y un asedio: el desgaste del tiempo, la desmotivación y las rencillas. Un aluvión de ataques exteriores y propios contra los que los muros de contención presentan diferente resistencia. Cuando la fe mueve montañas y habla por la espada: "Yo lucho para que tú no lo hagas". Por cierto, afortunadamente, y no como ocurría en la última entrega de los piratas del Caribe, no somos los españoles a quienes se nos espera sin saber si llegaremos a tiempo. Sin catapultarse a la gloria, "Templario" construye una atalaya firme con perspectiva.