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Crítica: "Caperucita roja, ¿a quién tienes miedo?", de Catherine Hardwicke, por Pelayo López

Una nueva oportunidad a la basura. La interesante propuesta de actualizar, oscurecer, 'sexualizar' y 'madurar' uno de los cuentos clásicos infantiles de transmisión oral más conocidos, Caperucita roja y el lobo -popularizado por los hermanos Grimm-, se queda en un simple quiero y no puedo... o, más bien, en un intento por querer aparentar algo que no acaba siendo y pretender disimular algo que no puede dejar de ser. El deseo de ofrecer una versión adulta cae por su propio peso, y, sobre todo, por el imán ejercido por una reciente y exitosa saga vampírica 'teenage' que lastra todas las intenciones. Más que casualidades, resultismo. Catherine Hardwicke firmó la primera entrega de dicha franquicia, y ahora mantiene varios elementos de aquella únicamente convirtiendo al vampiro en hombre-lobo. La realizadora deja su limitada y bastante cuestionable impronta una vez más en celuloide, aunque lo cierto es que la película nunca te hace bostezar y eso que el guión no tiene el más mínimo desarrollo: la estructura de sus tomas panorámicas a base de zoom, barrido y picado; su recurrente uso de los tonos pastel edulcorados; el interés principal por el melodrama romántico descuidando de manera desafortunada las posibilidades de las escenas de acción...

Afortunadamente, entre tanta seña de identidad calcada y reconocible, nos encontramos con dos aspectos que al menos nos ofrecen algún interés en el metraje, que transita más hacia el thriller romántico que al terror que se supone pretende causar. Por un lado, el descubrimiento de la caperucita en cuestión* y el último tercio de la película, donde el cuento se hace fotograma en un tono Sam Raimi culminado con un momento onírico sobre la excesiva anatomía de la abuela; por otro, la presencia de argumentos propios del subgénero como la luna llena, los mordiscos o la plata (insertada en una curiosas uñas). Así pues, la historia se traslada a una aldea donde sus habitantes mantienen un pacto ancestral con el hombre-lobo: ellos sacrifican animales para saciar su apetito y el licántropo no les ataca. Pero un día, aparece una víctima, y no es una víctima cualquiera. Es la hermana de la protagonista. Más allá de los triángulos amorosos, alguna cuestión sobre el uso del miedo por parte de algunos y poco más, incluida una banda sonora que incluye discordantes sones electrónicos y canciones poprock que solamente logra afinar el tema principal, chirriantemente gélido y propicio para los aullidos.

En este contexto de aire trilero para desorientar al espectador en su afán por descubrir quien se encuentra tras el hombre-lobo y donde todos señalan a todos, ya os avisamos que no es ninguno de los que se venden como tales, la elección de su protagonista es todo un acierto. Como ya demostró en "Chloe", Amanda Seyfried derrocha inocencia y sensualidad a partes iguales, condiciones necesarias para afrontar un personaje que explota en una doble dimensión su faceta virginal, aunque el erotismo que llega a desprender la película no proporciona climax alguno para conseguir su pretendida calificación juvenil que le aportará una taquilla apetitosa. Gary Oldman en una especie de 'contrapapel' de su Drácula, Virginia Madsen, Julie Christie y varios intérpretes de la saga literaria de Stephenie Meyer hacen lo que pueden. Con tanto aldeano sucio y greñudo, llaman la atención 2 jóvenes pulcros y aseaditos. Este es el sino del film, demasiada luminosidad echa a perder el espíritu del proyecto. Las penas, con pan son menos penas. Y las pifias, con recaudación son menos pifias.

* Ojo a la introducción de referencias a otros cuentos similares, como "Soplaré, soplaré, soplaré... y tu casa derribaré".