¿Destino o azar?. Bajo esta sencilla pero inquietante premisa argumental se desarrolla el debut en la gran pantalla de George Nolfi, guionista de "Ocean´s 12" y "El ultimátum de Bourne". No obstante, el título español dista bastante de situarnos con mayor precisión ante la trama. De hecho, se ajusta mucho más a la realidad la traducción literal del relato de Philip K. Dick en que se basa: "Equipo de ajuste". Como en otras muchas de sus obras, entre las que se pueden destacar "Blade Runner" o "Minority report", el autor transita camino de una absenta de feria embotellada bajo la sugerente etiqueta de una paranoia tan desconcertante como hipnótica. En este caso, el exitoso protagonista, aspirante incluso en el futuro a la Casa Blanca -la política es presentada sin duda con un tono 'demócrata' condescendiente-, es acosado por una especie de CIA celestial (¡con un aspecto un tanto mafioso y unos ejecutores con apariencia de la polícia española predemocrática!) que vela porque se cumpla lo escrito para cada uno, plan divino puesto en peligro cuando ante el humano se cruza el amor de su vida.
En este singular trayecto, al amparo de esta cuestión metafísica y trascendental -ante la cual el propio realizador se limpia las manos haciéndolas totalmente compatibles-, al personaje principal se le plantean otras muchas decisiones, como, por ejemplo, en clave 'hitchcockiana', la duda de enfrentarse a un sistema en solitario o no. De todas ellas, la más convencional es la que hace al protagonista conectar con el espectador: ¿éxito profesional o personal?. Si bien es cierto que en una cinta como la presente es difícil no romper uno mismo las reglas del juego, circunstancia que vuelve a darse en esta película, resultan bien presentadas de manera escalonada y según van surgiendo las necesidades protagónicas, de modo que no se deja todo zanjado de antemano. Técnicamente excelente, sin planos innecesarios y con encuadres certeros -aunque las elipsis planteadas son necesarias quizás podría haberse encontrado alguna otra solución-, en el aspecto interpretativo también destaca su corrección electiva, por mucho que la relación sea demasiado impulsiva incluso para el carácter del protagonista.
Matt Damon encuentra el equilibrio entre sus papeles de ladrón de bancos, espía amnésico y un Will Hunting crecido. Su chica es Emily Blunt, que aquí no viste precisamente de Prada, pero que atrae todas las miradas hacia la suya, un imán de pantalla. Michael Kelly, asesor político del protagonista, visto en "El intercambio", es un actor a reivindicar, y de Terence Stamp poco puede decirse, salvo que se encuentra en su descenso profesional en el que le seguiremos recordando por sus enigmáticas presencias cinematográficas de antaño. El gran desacierto de "Destino oculto", sin duda, es su llegada a los cines al rebufo de "Origen". Si la cinta de Christopher Nolan optaba por una espectacularidad visual que ocultaba las deficiencias por capas en las reglas de su propio juego, la ópera prima de Nolfi en ningún momento se deja guiar por la tecnología digital. Utilizada con la mesura necesaria, los manejables saltos se convierten en una herramienta cinética para el metraje, un empujón necesario para aportar al film la tensión suficiente que no la deje relegada al mero sentimentalismo teatral. Así pues, planteadas cuestiones varias para que el espectador se sienta retado anímicamente -eso sí, de una manera un tanto maniquea-, y con los matices comentados, este thriller romántico de ciencia-ficción, subgénero más apropiado, funciona tanto por su convencionalismo en superficie como por sus motivaciones en el fondo.