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Crítica: "Incendies", de Denis Villeneuve, por Pelayo López

Incendiaria, como su propio título y último fotograma de la película, resulta la nueva propuesta del canadiense Denis Villeneuve. Aunque parezca mentira por el protagonismo justificado que acaba alcanzando el territorio, la cinta es una adaptación de una obra de teatro, circunstancia que, a posteriori, resulta un tanto incomprensible dadas las limitaciones de un escenario. Ida y vuelta entre Canadá y Líbano es el trayecto que nos brinda en la butaca el realizador, un ir y venir de doble sentido que confluye a medio metraje, un punto de inflexión que marca las direcciones opuestas de las dos protagonistas a base de una estructuración por episodios que son, al mismo tiempo, etapas vitales que marcan el despertar de los distanciamientos, el descubrimiento de los arrepentimientos y el ocaso de las penitencias. Madre e hija viven dos vidas, dos momentos -presente y años ´70-, un duro relato que va desde el silencio más desconcertante al reflejo de lo peor de la condición humana gracias a las magníficas intepretaciones de dos actrices en estado de gracia.

Las casualidades existen. Visionaria resulta esta historia en la que su argumento y el actual estado de efervescencia en el mundo árabe encajan con precisión. El mismo tono certero con que encajan las piezas del rompecabezas que dos hermanos acaban resolviendo por deseo de su madre y con un resultado insospechado. Los conflictos personales y familiares se entrelazan con los religiosos, sociales, políticos y/o raciales, y todo ello en un marco intergeneracional donde el drama y el thriller se dan la mano. Un intrigante guión con paladar de firma y autoría, una exasperante asfixia vital a cada paso que, afortunadamente, intenta con la apertura de cierto 'aire' en algunos planos. Sin embargo, convertido posiblemente en la principal piedra de lapidación de la película, el ritmo de la narración acaba por parecer lento, sin serlo realmente, y, cuando ciertamente, sus dos horas y algo de duración podrían haberse recortado para ofrecer algún alivio en ese sentido. Las cartas iniciales que marcan el peregrinaje posterior podrían haber sido un magnífico 'mcguffin' si, al descubrir los hermanos la verdad, no se hubiese redundado en primer plano prolongando la demora innecesaria en el minutero del reloj. Elementos 'hitchcockianos' en la forma, elementos 'shakesperianos' en el fondo.

Aún con tanta crudeza como se plasma el paralelismo vital de madre e hija -algunas escenas como la del autobús o la del francotirador se graban en la retina y serán difíciles de borrar-, aún con tanto desprecio a la vida humana en los personajes que envuelven este posibilismo ajeno y no propio -la oscuridad fotográfica aparece nítidamente para remarcar este aspecto-, afortunadamente podemos ver en la pared de ejecución una incipiente grieta de optimismo, sellada en parte por una frialdad comprensible por la situación pero que, en relación con el espectador, no llega a proporcionarle la sensación de cohesión necesaria con el celuloide en los momentos donde los giros emocionales tienen lugar. Con la justificada excusa de no poder contar nada más en torno a la resolución de la trama por la importancia que tiene entre tanto flashback y secuencias vinculantes al principio y al final, solamente queda por hacer una reflexión coincidente con el epitafio de la película: aunque no sea por aquella persona por la que se supone deben hacerse, siempre hay alguien por quien hacer las cosas...