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Crítica: "Imparable", de Tony Scott, por Pelayo López

Partiendo del hecho de que nadie en esta película vende nada que no sea, lo cierto es que la nueva colaboración profesional entre Tony Scott y Denzel Washington consigue, sobradamente, su propósito. Pese a un final conocido, ¡sí, no hay desastre!, el realizador consigue mantenernos en tensión hasta el último suspiro. Si no me crees, atento a las tomas fugaces de la locomota del tren activado vacía insertadas con ese claro propósito. Tras “Asalto al Pelham 123”, Scott vuelve a contar con el afroamericano para dar vida ahora a un héroe de carne y hueso.

Basándose en hechos reales acontecidos en Pensilvania, donde un tren sin maquinista ni frenos y con un cargamento altamente peligroso estuvo a punto de causar una auténtica catástrofe, el director de “Deja vu” no abandona el ámbito ferroviario -las decisiones de las autoridades “competentes” hablan por si solas-. Afortunadamente, recurriendo a las escenas televisadas y algún que otro comentario técnico, la posible aridez queda solventada sin problema alguno. Junto a Washington, Chris Pine, una de las estrellas por consolidar tras su paso por “Star Trek”. Si el oscarizado intérprete vuelve a meterse eficazmente en la piel de un padre de familia conciliador, la promesa ue le da réplica cumple igualmente en su faceta de novato arrogante hijo de.

Su relación distante en principio y su amistad posterior, así como las tramas familiares metidas a calzador para aumentar el metraje y rellenar el standard, nos ofrecen los momentos de cierto alivio entre tanta presión. Cierra el triángulo la controladora: Rosario Dawson vale lo mismo para un papel sin pretensiones que para esa perla que aún espera y erigirse como una actriz con mayúsculas. El único defecto de forma, entre los característicos cambios de plano y de ángulos continuos, pudiese ser la incompatibilidad de los tiempos y distancias entre trenes y las etapas del plan de rescate.