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Crítica: "Bon appetit", de David Pinillos, por Pelayo López

La ópera prima de David Pinillos es como una de esas comidas donde la compañía, la situación y/o el momento importa mucho más que el menú propiamente dicho. Triunfadora absoluta en Málaga, donde acaparó varios premios -Jurado y Guión entre otros-, esta cinta se cocina a sincero fuego lento y alcanza un punto de ebullición tan evocador que desborda al espectador hasta hacerle incluso confundir la historia en pantalla con sus propias experiencias. Mérito, sin duda, de su realizador... y de sus guionistas, con nuestro cántabro Juan Carlos Rubio en el equipo.

Con unos diálogos realmente cotidianos y llenos de naturalidad y humor, esta historia de (des)amor platónico es, desde ahora y con pleno derecho, una cinta de culto. No digo generacional con argumento: independientemente de la edad de los personajes de la película, cualquiera que haya vivido una situación similar se identificará plenamente con ellos. Sirva como botón de muestra: la conversación telefónica de paseo nocturno por la ciudad, la vista del mar desde el coche, la ruptura esquiva con las parejas... Evidentemente, sin un ritmo pausado pero alegre para mimetizarnos con los personajes, y sin una pareja con química y talento que trascienda la pantalla, todo este guión se vendría abajo. Unax Ugalde fue premiado en el certamen malagueño, y la brillantez exhibida por Nora Tschirner es arrolladora.

Primeros planos, emociones a flor de piel... Aunque parezca lo contrario, no hay demasiadas canciones, aunque un par de ellas se te pegarán sin querer. A este título, relacionado con “Antes del amanecer/atardecer” o Isabel Coixet, sólo podemos ponerle un pero: la imposibilidad de ver su V.O., donde el rodaje rico en idiomas podría apreciarse en todo su esplendor. Para el final, nada de edulcorantes: realidad 100%. Pese a la amargura, optimismo vital. Si no recuerdo mal, regar con Ribera del Duero y no con Rioja.