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Crítica: "Pagafantas", de Borja Cobeaga

Al igual que hicieron en su día amigos como Nacho Vigalondo o Koldo Serra, Borja Cobeaga no podía serle infiel al estilo manifestado hasta la fecha en el formato cortometaje y ha debutado, en su caso, con una comedia romántica y urbana donde el humor característico aflora igualmente y en la que el personaje principal, más que su alter-ego, se acerca bastante supongo a situaciones que todos identificamos en primera persona o, como mucho, a través de nuestro mejor amigo. Hablando de amigos, de hecho, el director cabezonense, con el que comparte nominación al Oscar por "Eramos pocos" -cortometraje que ha convertido a Cabezón de la Sal en la población con más nominados por metro cuadrado-, ya ha confesado que más de un momento fílmico se parece bastante a vivencias trasnochadoras por parte de ambos.

"Pagafantas" nos presenta, sin proponer juicios de moral, al típico amigo de las chicas siempre dispuesto a ofrecer su hombro pero que, en algún caso, desearía ofrecerse algo más y que no sucumbe por muchos obstáculos, léase competidores/rivales, que se pongan por medio. De ahí, con la presencia de amigos, familiares y (ex-)parejas se irán tejiendo un sinfin de situaciones que, en un lenguaje asintomático y de lectura errónea, irán creando una ilusión ficticia que ¿terminará bien o no?. Entre los principales aciertos, además de un guión muy trillado gracias a su inseparable Diego San José, que proporciona numerosos momentos divertidos y nostálgicos propios de experiencias semejantes -reconocerte seguidor de un artista al que detestas sólo porque a ella le gusta, dormir en la cama de la chica de tus sueños sin poder decir y/o hacer nada...-, el recurso de las comparaciones con el mundo animal (cobras, koalas, lemures...) y la utilización en esas secuencias de otros formatos nostálgicos (también comentar aquí la presencia de la fotografía convencional en relación a la digital). Se nota que ambos se nutren mutuamente desde "Vaya semanita", y aquí lo demuestran con trabalenguas sobre las ubicaciones semanales de los días de marcha o los consejos que no se quieren dar pero que se acaban dando.

En ese mismo sentido cabe mencionar el protagonismo del verdadero estandarte del metraje. Gorka Otxoa, intérprete también de la mítica serie de la ETB y ahora de "Cuestión de sexo", demuestra que es uno de esos cómicos convincente en momentos dramáticos, algo que no todos pueden decir, y pese a cambios de look necesarios para la trama pero insufribles para el protagonista. El objeto del deseo tiene nombre propio: Sabrina Garciarena. La actriz argentina, que no esconde su acento pero intenta en numerosas ocasiones sacar a relucir su vena vasca, resulta adorable en su papel y manifiesta una química interesante con su compañero, intuimos fruto de su paso también por la serie de Cuatro. Además de su atractivo deje, sus encantos físicos y seductores saltan a la vista, algo que el director no lleva hasta sus últimas consecuencias evitando cualquier escena de desnudo y demostrando que es posible hacer comedias de altos vuelos sin enseñar "cacho" -por mucho que a los miembros del género masculino nos pese-. Exceptuando la reivindicación de Oscar Ladoire para una mayor cuota de pantalla en nuestro cine (por su buen hacer anacrónico) y de la más que prometedora Teresa Hurtado de Ory (con una mera colaboración en un papel que podría haber dado más juego), del resto, como Kity Manver por el componente aséptico de su personaje o Michel Brown por su escasa presencia en pantalla, nada podemos decir. Para los que vayáis al cine con la intención de ver alguna que otra gamberrada de los "vendidos" chicos de "Muchachada Nui", "nothing is nothing".

Momentos aparte como los "Trainspotting" para las borracheras en el montaje y karaoke musicalmente hablando, la música de la película, y ésta en su conjunto, "arremete" contra Enrique Bunbury, dejándole al artista maño el apoteosis final, momento que afortunadamente no acaba clonando lo vivido ya en su día, bastante parecido por cierto, en "Isi/Disi: amor a lo bestia" con Joaquín Sabina. La "comedia (post)adolescente/treintañera" parece estar de moda en nuestro cine con desigual resultado, y Borja Cobeaga nos lo recuerda. Menos ácida que "Sexykiller, morirás por ella", menos "pachanguera" y excesiva que "Mentiras y gordas", menos alocada que "Fuga de cerebros" y menos reflexiva que "7 minutos", no obstante, la ópera prima del director vasco refleja que "menos también puede ser más".