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Crítica: "Vals con Bashir", de Ari Folman (por Luis Lazarich)

En ocasiones echamos la vista atrás, consultamos un libro o buscamos en internet, para descubrir las grandes desgracias de la humanidad. Vemos países o pueblos que han sido masacrados u oprimidos y que, por el pasar del tiempo, los hemos dejado atrás o hasta los hemos olvidado. "Vals con Bashir" nos recuerda un hecho que jamás debió ocurrir y que nunca debió dejarse atrás. A mediados de Septiembre de 1982, el líder maronita y mandatario electo libanés, Bashir Gemayel, fue asesinado, junto a sus compañeros de partido, en la sede central de las Fuerzas Libanesas, una milicia cristiano-falangista. Ante este hecho, las tropas israelíes entran en Beirut, para dar captura a partidarios de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En la capital se trama una de las grandes matanzas de esta guerra. Ari Folman empieza a dudar de sus recuerdos de la Guerra del Líbano tras escuchar las pesadillas de uno de sus amigos en combate.

Ari tiene algunas imágenes en su mente pero no se ajustan a lo ocurrido, ya que parece que ha logrado borrarlas de su cabeza. A partir de ahí comenzará un viaje a sus recuerdos, un viaje buscando a sus excompañeros para escuchar las vivencias en la batalla, pero sobretodo, para averiguar si él estuvo presente durante los hechos del 16 de Septiembre de 1982 en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Beirut Oeste. Descubrimos un film nuevo y sugerente que narra una historia a través de imágenes animadas que, aunque muchos las tilden de rudimentarias, logran una atmósfera perfecta.

Los matices ocres y apagados casan a la perfección con el tono de documental que nos trae Ari Folman (protagonista y director), pero que no se nos muestra como tal hasta casi el final del film, donde la historia se deja de un lado y los personajes que aparecen hablan directamente a cámara. En la cinta, los personajes nos revelan no sólo sus recuerdos, sus vivencias, sino además la dureza de la guerra a través de instantes que rompen la realidad y que se nos sugieren como el subconsciente aturdido de los jóvenes en la guerra. Puede parecer un tópico, pero esta sensación envolvente que provoca la historia desde el primer momento no sería posible sin una gran banda sonora. En ella encontramos, por supuesto, un vals. Pero además, conjuga con precisión los elementos electrónicos con los momentos de intensidad, como por ejemplo, la secuencia que mueve al protagonista en la historia: una imagen intensa, con las bengalas cayendo del cielo que iluminan los altos edificios vacíos. Una imagen que muestra la inocencia y el desconocimiento de varios de los soldados ante lo que allí ocurría.

Mientras el ejercito israelí vigilaba las salidas del campo de refugiados de Sabra y Chatila, cerca de 150 milicianos cristiano-falangistas entraban con la excusa de buscar a combatientes de la OLP. Esa noche el ejercito israelí lanzaba bengalas sin descanso para iluminar el campo, mientras morían cientos de palestinos inocentes. Este acto, fue pactado entre las Fuerza Libanesas cristiano-falangistas y el Ministro de Defensa israelí, Ariel Sharon, quien después fuera elegido como presidente en 2001, hasta su muerte en 2006. Una película brillante y que cautiva por su forma de mostrar este suceso de crueldad: "Océano de angustia en el Líbano".