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Crítica: "El caballero oscuro", de Christopher Nolan

Vestirse el traje de murciélago y desplegar las alas, previa promoción viral con carácter intensivo, parece ser suficiente mérito para que muchos claudiquen ante la figura innecesariamente resucitada de Batman. Perdonadme discrepar, pero a la hora del visionado de la última visión de Christopher Nolan sobre este superhéroe, a diferencia de esa mayoría casi unánime, no he encontrado mayor aliciente que mirar el reloj para ver si se acababa. La posible justificación de su predecesora, "Batman begins", no encuentra aquí acomodo posible con un metraje soporífero y un ritmo con demasiados altibajos -más cercanos al suelo que a un nivel adecuado-. Puedo entender la intención de explicarnos el origen, pero no la de pretender embaucarnos con los mismos acontecimientos en tan dispares dimensiones cronológicas. Más que andar, como comprobamos en una de las secuencias de la película, Batman cae con pies de plomo.

Una estupenda escena inicial de atraco en un banco, totalmente efectiva pese a su sencillez, parece preludiar que estamos ante un espectáculo cinematográfico puro y duro -algo que le hubiese venido muy bien a la película-. Sin embargo, pese a que uno de los sustentos fundamentales de la cinta, pilar que contribuye para que no la quememos directamente en la "pira" bautismal, son sus fabulosos efectos especiales -comparad sino con otros de reciente factura como "Hancock" y tened en cuenta una escena metida a calzador como es la del asalto hongkones-, lo cierto es que una serie de duelos que no resultan ser finales, una moralidad pretenciosa aportada a base de diálogos de presunta profundidad filosófica... dilapidan esas esperanzas iniciales. A pesar de sus casi 20 años, y aunque alguno me tilde de desacertado -claro, que si no me desagradó "Dick Tracy"-, personalmente me quedo, por mucha obra maestra ante la que nos encontremos y aunque los mundos de Tim Burton no me sean del todo sugerentes, con la versión protagonizada en su día por Michael Keaton y Jack Nicholson. El universo "superhéroe" y un Gothan más oscuro y creíble, aquí el Gothan multitudinario y "megacity" es ciertamente inapropiado, estaban mucho mejor logrados en aquella primera entrega.

Resulta curioso que, como ocurre en esta historia, el protagonismo del héroe sea minimizado y acabe ensombrecido por el del villano. Después de los ríos de tinta que se han escrito sobre el fallecido Heath Ledger, comparto aquí el criterio de que una nominación no sería del todo desacertada. Si no tanto por la apariencia manifestada -algún tic que otro al más puro estilo Hannibal Lecter incluido-, "Joker" da miedo más que nada por su actitud aparentemente nihilista y anárquica. Por su parte, su contricante alado, Christian Bale, parece haber equivocado este doble papel con el que también interpretó en su día en "American psycho". De todos ellos, obviando al perfecto mayordomo inglés interpretado por Michael Caine y al "boss for all" en la piel de Morgan Freeman, me decanto por la interpretación de Gary Oldman: sobresaliente un actor a quien acostumbramos a ver, precisamente, dando vida a personajes extremos y que aquí construye un personaje normal lleno de matices. Aaron Eckhart, convertido en Dos caras y con un encuentro cómico-festivo con Joker, y Maggie Gyllenhall, jugando con 2 bazas siempre es fácil tener una salida, pese a ser estrellas en ciernes, se ven contrarrestados por unos papeles erráticamente evolutivo en el caso del fiscal e insulsamente obviable en el de la chica.

No se puede pretender construyendo lo que podemos considerar más un thriller policiaco, máxime cuando queremos camuflarlo con un debate personal sobre el hombre que hay tras el superhéroe. Y no sólo eso, puesto que Batman también tiene que elegir, la película está llena de elecciones, entre el amor como mortal o el sucesor como superhéroe. ¿Demasiado peso para mantener el vuelo?. No olvido que Christopher Nolan nos ofreció "Memento", pero mejor retomaría el rumbo, porque ¿necesitamos superhéroes o merecemos héroes de carne y hueso?.