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"Juno": ¿bombos y platillos o...?

Sinceramente, estoy un poco cansado de que nos vendan cada temporada, insistentemente, de manera casi consecutiva y con poca pinta de parecerlo, las películas que “alguien” califica como revelación. Si echamos un vistazo al pasado cinematográfico reciente, nos encontramos, por ejemplo, con Pequeña Miss Sunshine y Entre copas. ¡Cómo está el panorama si son este tipo de títulos los que tenemos que considerar la mejor “cosecha” anual del celuloide!. No lo digo porque no sean películas con cierto interés e, incluso, con algún atisbo de maestría, sino porque entiendo que, cada 365 días, en esos típicos balances sobre lo mejor y lo peor que todos nos atrevemos a hacer, las obras maestras de antaño han dejado paso a películas correctas pero inconclusas en ese camino hacia la casi perfección narrativa, estética e interpretativa que otorga ese estatus.

Este es el caso de la segunda película como director de Jason Reitman, ¡sí, el hijo de Ivan!. Su padre nos entretuvo con Cazafantasmas, y ha zozobrado sin remedio casi con el resto de su filmografía: desde Junior a la reciente Mi super exnovia. El continuador de su estirpe ha comenzado dando pasos de cierta notoriedad. Con su ópera prima, Gracias por fumar, sorprendió a propios y extraños. Ahora, con esta comedia dramática en torno a los embarazos adolescentes mantiene el listón sobradamente. Con su primer título conquistó Sundance y en su regreso, con su segunda película bajo el brazo –incluidas las 4 estatuillas doradas a las que opta-, pretende hacer “saltar la banca” de Hollywood. Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Original y, sobre todo, Mejor Actriz Protagonista. Aunque Ellen Page, ¡menudo cambio de registro respecto a Hard Candy!, tiene difícil el Oscar por la categoría de sus “rivales”, la joven actriz es el principal baluarte del metraje. Su calidad interpretativa y su belleza física nos hacen, inevitablemente, recordar a Scarlett Johansson en El hombre que susurraba a los caballos o a Natalie Portman en Beautiful girls. Inocentes y ácidas en frascos pequeños… ¡ya sabéis cómo se completa la expresión!.

La deja “embarazada” Michael Cera, joven al que hemos visto en Supersalidos y que aquí, concretamente, “alargasu papel. Quiere adoptar a la criatura la pareja “desavenida” formada por Jason Bateman y Jennifer Garner. Mientras el 50% masculino aporta “rebeldíaactoral al papel –poco a poco recuperamos al actor televisivo al que también podemos ver en Mr. Magorium-, Elektra sigue en caída libre perdiendo sex-appeal aunque, curiosamente, aquí mejora sus participaciones más recientes -¡será su instinto maternal!-. Con una puesta en escena lo más sencilla posible, la dirección de actores es, como estamos contado y a pesar de algún lastre, uno de los elementos más sólidos de la cinta, que se divide casi a la mitad entre la comedia, primero, y el drama, después. Eso sí, siempre con un tono optimista marcado tanto por la precisión suiza de numerosos comentarios irónicos y mordaces una baza indispensable para aportar un aire respirable a esta temática, como por una falta de vacilación a ningún lado de la balanza ante tan controvertido tema. En el primer apartado, es “sospechoso” que los padres prefieran una hija drogadicta que embarazada; en el segundo, la “esperpéntica” secuencia en la que una compañera de clase trata de impedir el aborto pancarta en mano.

La falta de separación con otras muchas bobinas fílmicas en lo que a “distinción” se refiere trata de enmascararse con una dosis de “incorrección política” que no es tal. Por tanto, bajo una capa de naturalidad pseudoartificial –en la que además del aborto se habla de paternidad juvenil, relaciones intergeneracionales, nuevas tipologías familiares…-, debemos plantearnos, con carácter general, una pregunta cuyo calado sobrepasa al estricto de esta historia y alcanza a esa etiqueta de prestigio “independiente”: ¿bombos y platillos o humo y chascarrillos?.