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"Foxy Lady": JASP (de altos vuelos...

Aunque no se puede calificar el último trabajo de nuestro director Álvaro Oliva como cine negro, bien es cierto que la ambientación y algunas secuencias dosificadas, amén por supuesto de la propia historia y su final, nos desnudan "Foxy Lady" como cine de género. Lo personal e intransferible, en este caso más presente en la subhistoria que en el eje narrativo principal propiamente dicho, deja paso a una película en la que podemos comprobar el desmarque del realizador con la línea de sus últimos trabajos y un regreso, puede que nostálgico incluso, a sus primeros pasos trás la cámara enmarcado en el terror.

Álvaro Oliva y el productor ejecutivo, David de la Parra

Lo que en principio se nos presenta como una entrevista más entre una joven periodista, podríamos incluso aventurar que algo trepa, y un joven y prometedor escritor -nuevo icono además de las letras patrias (no seré yo quien señale con el dedo a nadie-, deriva en un vertiginoso final hacia otra situación completamente distinta, y todo en algo más de 10 minutos de metraje soportados, únicamente, por el peso en pantalla de dos personajes y un único escenario, un reto evidente de cara a conseguir la atención constante del espectador. El director de "Enigma: Cantabria profunda" supera con creces esta dura prueba de fuego logrando que, en ningún momento, se desvíe nuestra expectación de lo que se nos está relatando, algo que se consigue, sin duda, gracias a tres aspectos fundamentales: unos cuidados diálogos con doble fondo, un casting acertado que otorga una credibilidad casi absoluta a los personajes y un marco escénico acondicionado para la ocasión.

En primer lugar, hacer creíbles unas conversaciones periodísticas puede conducir a la equivocación de confundir dos lenguajes tan diferenciados, una posible tentación que afortunadamente se ha salvado. Nacho Vigalondo da vida al autor de éxito, absolutamente empapado en el personaje con una naturalidad inquietante -totalmente opuesto, por cierto, a su papel en su propia ópera prima "Los cronocrímenes" (¡¡¡yo quiero el cuadro de Nacho!!!)-, mientras que una irresistiblemente seductora Ana Asensio, cuyo feeling se ve incrementado por ese aire de femme fatale y su gran parecido físico a Cate Blanchett, evoluciona de querer llevárnosla a la cama a no querer verla ni en pintura, una mutación que habla por si sola de su solvencia. Respecto al último apartado, el decorado y la iluminación con luces y sombras, algo que también se extrapola al vestuario blanco y negro de la protagonista femenina, nos retrotrae a algunas cintas de gangsters clásicas, y contribuye a lograr un efecto de inquietud mayor respecto a lo que pueda acontecer la ventana del fondo. No obstante, y como no todo son rosas, la resolución final de la historia, atropellada en su puesta en escena y precipitada en su planteamiento, podría haberse ejecutado con alguna otra estructura narrativa que nos permitiese una mayor comprensión ante un final que, de todos modos, deja la puerta abierta, al menos, a dos interpretaciones: una terrenal y otra metafísica. Esos momentos culminantes, en los que además se plantea la explicación argumental definitiva, se trastoca la atmósfera generada en todo su entorno con tonalidades y escenarios radicalmente opuestos que no encajan demasiado bien. A la par, algunos planos y secuencias da la sensación de haberse incrustado para cubrir metraje y rellenar así hasta cumplir ciertos cánones preestablecidos.

Finalmente, resaltar la canción enarboladora de Hannah y el excelente acompañamiento musical compuesto por Arnau Bataller, que nos sirve para resumir a la perfección el tono mitad hilarante mitad espeluznante de la película, donde conviene recordar la crítica palpable tanto a las estrellas autosuficientes como al periodismo de cuño ininteligible. ¡Una evidencia de que dos facetas tan hermanadas como la imagen y el sonido regional pueden caminar juntas!. En espera de más noticias prometedoras de Alvaro Oliva y su cortometraje, nos queda la seguridad de que nuestro director seguirá caminando firme haciendo válido la etiqueta JASP (de altos vuelos con segundas intenciones).