En primer lugar, hacer creíbles unas conversaciones periodísticas puede conducir a la equivocación de confundir dos lenguajes tan diferenciados, una posible tentación que afortunadamente se ha salvado. Nacho Vigalondo da vida al autor de éxito, absolutamente empapado en el personaje con una naturalidad inquietante -totalmente opuesto, por cierto, a su papel en su propia ópera prima "Los cronocrímenes" (¡¡¡yo quiero el cuadro de Nacho!!!)-, mientras que una irresistiblemente seductora Ana Asensio, cuyo feeling se ve incrementado por ese aire de femme fatale y su gran parecido físico a Cate Blanchett, evoluciona de querer llevárnosla a la cama a no querer verla ni en pintura, una mutación que habla por si sola de su solvencia. Respecto al último apartado, el decorado y la iluminación con luces y sombras, algo que también se extrapola al vestuario blanco y negro de la protagonista femenina, nos retrotrae a algunas cintas de gangsters clásicas, y contribuye a lograr un efecto de inquietud mayor respecto a lo que pueda acontecer la ventana del fondo. No obstante, y como no todo son rosas, la resolución final de la historia, atropellada en su puesta en escena y precipitada en su planteamiento, podría haberse ejecutado con alguna otra estructura narrativa que nos permitiese una mayor comprensión ante un final que, de todos modos, deja la puerta abierta, al menos, a dos interpretaciones: una terrenal y otra metafísica. Esos momentos culminantes, en los que además se plantea la explicación argumental definitiva, se trastoca la atmósfera generada en todo su entorno con tonalidades y escenarios radicalmente opuestos que no encajan demasiado bien. A la par, algunos planos y secuencias da la sensación de haberse incrustado para cubrir metraje y rellenar así hasta cumplir ciertos cánones preestablecidos.
Finalmente, resaltar la canción enarboladora de Hannah y el excelente acompañamiento musical compuesto por Arnau Bataller, que nos sirve para resumir a la perfección el tono mitad hilarante mitad espeluznante de la película, donde conviene recordar la crítica palpable tanto a las estrellas autosuficientes como al periodismo de cuño ininteligible. ¡Una evidencia de que dos facetas tan hermanadas como la imagen y el sonido regional pueden caminar juntas!. En espera de más noticias prometedoras de Alvaro Oliva y su cortometraje, nos queda la seguridad de que nuestro director seguirá caminando firme haciendo válido la etiqueta JASP (de altos vuelos con segundas intenciones).