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"No digas nada": ¿volver a clase...

En los tiempos que corren, lo políticamente correcto, sirva como ejemplo el ya famoso “¿Por qué no te callas?” real, parece haber tocado fondo en casi todos los ámbitos de la sociedad. Y el cine no podía ser menos, aunque sólo en lo que a temáticas argumentales se refiere. Con la violencia en plena efervescencia y como amenaza constante en muchos centros educativos del país, no sé si resulta apropiado presentar en la gran pantalla a una clase de jóvenes asesinos en serie al estilo Winona Ryder en sus años mozos. ¡Pero es lo que hay!. Esto no quiere decir que la película en cuestión sea mala –claro está, tampoco es una maravilla-. La idea, sin ser original, no deja de tener su atractivo para nuestro panorama cinematográfico patrio y es que, levantad la mano sinceramente y en el anonimato, ¿a quién no se le ha pasado alguna vez por la cabeza esa sensación de borrar del mapa a ese polo opuesto al suyo?. Lógicamente, cine y realidad viven en planos distintos y tienen dimensiones diferentes. ¡Menudo alivio!.

Partiendo de este punto de mimetismo con la premisa narrativa básica, Felipe Jiménez Luna evidencia, en un notable error de medición, su reciente y exitoso pasado como cortometrajista con una duración eternizada aún cuando está minimizada. Su ópera prima resulta ser, sencillamente, un cortometraje con una elongación injustificada hasta convertirse en un rollo de celuloide. La complicidad con el espectador en los primeros treinta o cuarenta minutos de metraje se pierde llegados a ese punto y se convierte, durante el resto de la cinta, en una reiteración metódica de los protagonistas. Igualmente, deja de ser ya una novedad la ausencia de mayor protagonismo de los marcos escénicos, por lo que, ya que se ha rodado aquí en Cantabria, nos hubiese gustado ver, con más esplendor, emblemas apenas asomados como Fuente Dé, Cabárceno y los rincones urbanos de Torrelavega… Aún así, y pese a todo, otros con DNI regional enseñan lo mismo o menos. Hablando de enseñar, es curioso que, en una película eminentemente juvenil, la temática sexual, al contrario que ocurre en los USA, brille casi por su ausencia. Desde estas líneas, desde ya, un punto a su favor, aunque puede que no lo sea tanto desde las pretendidas taquillas.

Lo que sí servirá como reclamo evidente es el reparto. Si bien los profesores, tunos y otros grupos y gremios “urbanitas” no salen bien parados en la historia, poco se puede decir también de un reparto coral con marcado carácter televisivo: Jimmy Barnatán, Darío Paso, Jimmy Castro.... Casi todos los jóvenes protagonistas son ahora conocidos por sus papeles en la pequeña pantalla, y la mayoría se dedica a hacer lo mismo que sus personajes televisivos. Destacan Claudia Molina y Elio González, como pareja protagonista y donde él intenta ligársela. El se convierte en el chico para todo, en la solución a sus problemas, abnegado y sometido pero con empatía y carácter. Y ella, que comienza como gatita en celo, muta su piel sorprendiendo como “psycho killer” con cara de niña inocente y no haber roto nunca un plato mezclando cierta vis cómica y su lado de "femme fatale". En la segunda parte de la película, donde se riza el rizo sin orden ni concierto, Santi Rodríguez es el investigador estilo Inspector Clouseau quien no se sabe muy bien “cómo” va encontrando las pistas necesarias para esclarecer el caso. Para compensar este supuesto desaguisado, el montaje no resulta del todo discordante y proyecta cierto interés. Desde la escena inicial en la que se cuece el resto del argumento -y que encadena infortunios y planificaciones por igual-, pasando por el desmelenamiento en el que se propone tomar turno para la “cesta”, y finalizando con el “trofeo final” en el que hasta Matrix es referenciada.

Ante la parálisis de entretenimiento que presenta el escaparate de nuestro cine -salvo en contadas ocasiones-, el hecho de que un director novel consiga arrancar y mantener durante x tiempo una sonrisa, a pesar de la edad y el carácter de cualquier espectador, ya tiene mérito. Sin las fabulosas maneras de Amenábar en su debút tras la cámara y refrescando la memoria sobre su éxito sin academicismos previos, de momento, en el caso de Felipe Jiménez Luna, y en espera de proyectos futuros, dejamos la siguiente pregunta en el aire ignorando si se aplicará en los mismos menesteres revolucionarios que su “tropa”: ¿volver a clase o sacar los pupitres a la calle?.