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De festivales y galas...

Con motivo de la reciente celebración de la entrega de premios del XIX Festival de Cortometrajes de Castilla y León (Aguilar de Campoo), me gustaría hacer una reflexión sobre los galardones concedidos en este tipo de eventos y sobre las habituales ceremonias en los que se entregan los mismos.

La mayoría de estos festivales, aliento y alimento de la productiva y provechosa cantera de nuestro cine -meritoria concesión de premios económicos a todos los seleccionados por parte del certamen palentino-, cuentan con un presupuesto reducido -salvénse por supuesto las excepciones que confirman lógicamente la norma-, con lo cual su encomiable labor resulta digna de mención y loa. A pesar de la precariedad de medios, manifestada en obstáculos tales como la carencia de una sede oportuna para la celebración del mismo -es racional pensar en la notoria diferencia entre un polideportivo meritoriamente acondicionado o un cine, teatro, casa de cultura...-, los organizadores logran sacar adelante los proyectos con tesón e imaginación. Hasta aquí, ¡chapó!. ¡Me quito el sombrero!. Sin embargo, de aquí en adelante hay bastantes contrastes entre los comentarios que se ofrecen en torno a su "hermano mayor", el cine, y el comportamiento manifestado durante los mismos.

En primer lugar, resulta especialmente llamativo el hecho de que, si uno repasa los palmarés de gran parte de los festivales de este tipo, es fácil comprobar cómo, curiosamente, abundantes categorías son copadas apenas por varios nombres, nombres que, también casualmente, vienen avalados por esa trayectoria que van acumulando y que los convierten lógicamente cual bola de nieve en favoritos. Muchas veces, uno se deja llevar por los pensamientos más críticos y tira por el atajo pensando que los premios se entregan, fruto de esta inercia, a nombres ilustres del propio panorama del cortometraje, o incluso de "estrellas" a medio camino entre los distintos formatos audiovisuales, para que el festival en si aparezca en algún tipo de listado A. ¡Ojo!. No digo que los ganadores no lo merezcan, pero, al menos, y entre tanta oferta en la que calidad hay también a puñados, es extremadamente sospechosa una casualidad que puede ser, más bien, causalidad.

Fotograma de "Un hombre tranquilo", de Arantzazu Gómez

(Mejor Cortometraje en el XIX Festival de Castilla y León)

Por otro lado, los espectáculos "show" en los que se han convertido las galas de entrega de estos premios pecan, al igual que aquellas en las que parecen mirarse en el espejo, de errores de concepto. Los Goya han tenido su capítulo polémico, en semanas pasadas, a costa de la supresión de los cortometrajes en la ceremonia de turno, aunque, afortunadamente, los responsables han entrado en razón por voluntad propia o por presión popular. La excusa: la excesiva duración de la gala propiamente dicha. Una entrega de premios es, como bien dice la expresión, una entrega de premios. Si lo que se quiere es una gala, se corre el riesgo de que el público, el personal para entendernos, se aburra por la falta de interés o se canse por el alargamiento de la duración, y me remito, nuevamente, al horneado palentino para plasmar de una forma más explícita y/o visible esta insinuación. 2 horas de gala para entregar casi una veintena de premios no parece abusivo si tenemos en cuenta que, practicando una sencilla división, los 120 minutos repartidos entre los premiados les deja unos 6 minutos de discurso y agradecimiento a los "protagonistas".

El problema radica en que, si bien los premiados de honor, como les corresponde, merecen una tribuna de mayor duración y así la toman, los discursos institucionales -largos y extensos- y las actuaciones de turno -humorísticas o musicales- merman el protagonismo real de los premiados en detrimento de la aportación cuestionable de ambas aportaciones. La difusión mediática y el acompañamiento publicitario oportuno sirven de plataforma comunicadora de apoyos y agradecimientos institucionales y empresariales, algo que también tiene lugar con las consiguientes entregas de premios por miembros de las administraciones públicas organizadoras/colaboradoras y las empresas patrocinadoras. Lo de las actuaciones es, nunca mejor dicho, otro cantar. Cobrar una entrada para estas ceremonias no tiene sentido salvo que se entienda que unas dosis de espectáculo lo convierten en una actividad a rentabilizar, máxime cuando la mayoría de los asistentes pertenecen a los organizadores, los candidatos o los medios de comunicación que la cubren y los asistentes de pago serán los propios vecinos. Agilizar los eventos es una tarea matemática, por lo que es necesario echar números. ¡Y si no... que se lo digan a la Academia del Cine!.

Fotograma de "Un hombre tranquilo", de Arantzazu Gómez

(Mejor Cortometraje en el XIX Festival de Castilla y León)

Cuando miras a tu "hermano mayor" con sonrojo y enojo por algunos comportamientos poco dignos desde muchos puntos de vista, entre ellos el moral y el profesional, no resulta demasiado plausible el hecho de que nuestros actos caminen en la misma dirección cuando, al mismo tiempo, se está esgrimiendo, puño en alto, una crítica de condena irónica y/o directa. En ocasiones, tirar piedras contra tejado ajeno lo que acaba haciendo es llenar tu patio de esos mismos objetos.