Si hablamos de cine irlandés, como es el caso, seguramente la mayoría caerá, en un primer momento, en el persistente y reincidente tópico que nos hace creer que, por aquellas latitudes, sólo se plantean proyectos cinematográficos relacionados con el conflicto independentista o el realismo social a pie de calle. Nada más lejos de la realidad, y, para eso precisamente, para refutar ese malentendido, llega de la verde “Erin” Fungus Mortalitas. Este nombre científico es el hongo alucinógeno que da sentido y envuelve todo el metraje. A nadie se le escapa que las excursiones campestres y los campamentos son escenarios idóneos para el ensañamiento de asesinos y psicópatas y, en otro sentido algo menos carnal y más espiritual, las historias más espeluznantes que producen más intensos escalofríos ante lo aislado del entorno. Y si no que se lo digan a Jason y los visitantes de Crystal Lake en Viernes 13. ¡Parece mentira!: Seguro que estos excursionistas norteamericanos la han visto y aún así se han ido a lo más remoto de Irlanda a “flipar” con las setas. Del director y del reparto poco hay sobre la mesa. Paddy Breathnach tiene como méritos más destacados el haber sido premiado en San Sebastián con Alisa y la reciente Man about dog, cintas con temáticas totalmente diferentes a la presente y con poco que ofrecer. A los perseguidos jóvenes, por su parte, les hemos podido ver en títulos infumables como Vuelo nocturno o Dos chalados y muchas curvas, algo que sin duda no habla, de momento, muy bien de ellos. Como curiosidad, el protagonista masculino, Jack Huston, sí, ¡bingo!, es nieto de John y sobrino de Anjelica. Por ahora, su talento está mucho más oculto que el de sus parientes, así que tiene por delante un largo trecho. Ella, Lindsey Haun en un papel tipo Sarah Michelle Gellar en Buffy cazavampiros o en lo remakes USA de La maldición.
Hasta aquí, todo puede parecer corriente e incluso vulgar. Sin embargo, podemos discernir varios elementos interesantes. El primero, y más llamativo, es la ausencia de carne y sangre en un primer plano. Es una película más de sustos y menos de vísceras dentro de la línea actual seguida por otros como Alexandre Aja con el remake de Las colinas tienen ojos, Eli Roth con Hostel o Rob Zombie con la nueva y venidera versión de Halloween. En este sentido, la película navega totalmente en sentido inverso y, precisamente, es aquí donde entra en juego el segundo factor clave. La cinta se acerca a la tendencia del género proveniente de Asia: espíritus con largas cabelleras que enmarañan hacia la muerte a los protagonistas y movimientos de cámara caracterizados por saltos bruscos que aceleran el peligroso acercamiento del verdugo. No sería de extrañar que pudiésemos, buceando en el cine oriental, encontrar algún parecido razonable con otro título del lejano oriente, eso sí lejos de la órbita de la clonación made in USA perfilada en cintas como la ya citada La maldición, El grito, The eye, The ring o Llamada perdida entre otras muchas. De todas maneras, hubiese sido más provechosa una mayor profundización hacia el catolicismo del “monje” para dotar al argumento de una personalidad propia.
La micología es una ciencia complicada, en gran medida por las asombrosas similitudes entre unos hongos y otros, y porque, si se da un mal paso, puede acabarse justo debajo de ellas. Menos difícil resulta tener a mano un móvil a día de hoy, aunque tampoco es el caso de esta pandilla en polvorosa. Y cuando aparece nuevamente la tecnología es para resolver el desaguisado y dejarnos un caos mayúsculo en la cabeza. Esta ha sido una de las partes de la anatomía que más dinamismo ha ofrecido en la gran pantalla, y no sólo por las decapitaciones. Seguro que recordáis títulos emblemáticos como Cabeza borradora de David Lynch o la reciente cinta española Cabeza de perro con “El bola”. Y es que, según dicen los expertos y parece haber profesado el responsable de esta historia, el poder sugestivo nace de uno mismo.