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"Carretera al infierno": la primera impresión...

Agosto es el mes por excelencia en lo que a vacaciones se refiere, y ya sabemos lo que eso significa: operaciones salida y retorno con sus consiguientes y cansinos atascos. Horas y horas de avances y detenciones es el repetitivo panorama año tras año en los firmes de nuestro país. Nosotros con el deseo de escapar de semejante perspectiva, y otros, como por ejemplo los protagonistas de esta terrorífica “road movie”, suplicando por tener compañía y ayuda cerca. Si estás cansado de retenciones circulatorias, aquí tienes una vía de escape alternativa. Eso sí, tendrás que mantener los ojos bien abiertos, sacar a relucir nervios de acero y estar dispuesto a, llegado el caso, pronunciar las tres o cuatro palabras mágicas en función de los ánimos y fuerzas que te resten: “yo (no) quiero morir”.

John Ryder ha vuelto a la carretera para seguir ejerciendo, 20 años después, de aguerrido y sanguinario autoestopista. Mitad tributo, mitad actualización. Así puede resumirse la esencia de este remake de un clásico del género que, por cierto, ha contado en labores de guión con Eric Red, autor también de la original. Pese a ello, no es un calco de aquella, algo que ha ocurrido en otros casos como Psicosis, con la que se intenta emparentar a esta cinta mediante el análisis final del perfil del asesino al más puro estilo Norman Bates. Como tributo, podemos encontrar homenajes a los “carros” de la época y la clonación de varias escenas míticas de su ya remoto antecedente: el conocimiento mutuo vía charla automovilística con tensión “in crescento”, la falta de seguridad que puede vivir una comisaría o el nunca mejor dicho desencadenante final. ¿Dónde ha quedado el mítico dedo entre las patatas fritas?. Como principal actualización, el hecho de que aquí se intercambian los roles masculino y femenino. La chica pasa a ser el objetivo, circunstancia que, sin duda, nos sirve para centrar la atención sobre la presencia de Michael Bay como productor.

Su genuina impronta queda plasmada en un par de escenas de persecución donde el toque de producción de serie B, ¿para qué gastar más dinero si con menos se consigue el mismo resultado?, se cae por si solo y, sobre todo, con la elección de la actriz principal. Jennifer Jason Leigh es Sophia Bush, a quien en nuestro país conocemos principalmente por la serie de televisión O.C. La joven se pone la minifalda y las botas de vaquera para plantarle cara a nuestro psicópata. Dado que la totalidad de los personajes están claramente definidos y que no son caracteres dignos de estatuilla, la recomendación para esta chica con gran parecido a Megan Fox, ¿tendrá fijación Bay con estas féminas?, es que lo apuntado en la pequeña pantalla lo siga experimentando en el cine independiente, donde podría, con un ligero cambio de “look”, convertirse en una nueva diva tipo Asia Argento o Chloe Sevigny. Su novio universitario, con quien pretende un clásico viaje “interruptus” de costa a costa, es Zachary Knighton, alter ego de C. Thomas Howell y semidesconocido que completa el catálogo chico/a de Calvin Klein. Ambos interpretan a la pareja sobre la que ha depositado sus ensañamientos Sean Bean. El actor, recordado fundamentalmente por su papel en El señor de los anillos, viene recientemente protagonizando títulos de este corte, léase The dark o Silent Hill, donde su rostro pétreo y su mirada determinante vitalizan al personaje. Se acerca bastante a Rutger Hauer, si no llega a superarle incluso en este papel de acosador impasible que juega al ratón y al gato, una derivación de El diablo sobre ruedas y un parentesco lejano que han seguido otros títulos como Nunca juegues con extraños.

Hitchcock también está presente recurriendo al cine dentro del cine, aquí gracias a Los pájaros que aventuran de nuevo que la rapaz está al acecho. Claro que Dave Meyers no es el maestro, ni tampoco Robert Harmon. El videoclipero aplica su experiencia dentro de esta rama audiovisual, tan de moda últimamente, en numerosos fragmentos del metraje, aunque eso sí menos que otros de sus compañeros y que un servidor le agradece. La acción empieza pronto, muy pronto. ¡Mejor!. Ni el centavo de la suerte ni el cielo encapotado de Nuevo Méjico sirven de nada para darse la vuelta. Todo es previsible por la falta de giros incongruentes, innecesarios e increíbles, un gran acierto junto a las escenas viscerales en su justa medida. Sobra la moralina del final, pero son americanos. ¡Qué se le va a hacer!. A estas alturas, nadie duda, supongo, que no nos vamos a quedar con este título impreso en nuestra retina, pero su corta duración y su capacidad para mantenernos en vilo durante la misma sirven para que nos ofrezca la angustiante sensación de que ha cumplido las expectativas esperadas. Las hay peores, aunque mejor que te pille con las cosas hechas, a las del servicio me refiero. Y si no que se lo digan a la protagonista. Aunque no suele ser una buena recomendación en el conocimiento de las personas, sobre todo porque la carga de profundidad no puede ser identificada en un primer vistazo, aquí sí que hay que hacer caso al instinto femenino y seguir su intuición a la hora de seguir carretera y no parar en un día lluvioso para recoger a un desconocido: la primera impresión es la que cuenta.